La Ciencia Ficción, desde siempre, ha estado considerada como un género menor. Por un lado, para los paganos, es un género clasista y cerrado que solo disfrutan unos pocos y en el que unos cuántos autores escriben para un círculo cerrado. Por otra parte se le tilda de infantil. Eso de las naves espaciales, los robots y los extraterrestres son cosa de críos. Supongo que esto lo dirán sin haber llegado a leer 1984, de George Orwel o la trilogía de la Fundación de Asimov (por poner un par de ejemplos).
Últimamente se dice que el género está de capa caída. Que es un enfermo terminal al que le queda apenas un soplo de vida. Pero yo no lo creo. Es más, pienso que estamos viviendo un momento de auge que si las editoriales y los autores saben aprovechar podría suponer su resurrección a largo plazo. Por suerte la literatura está viva y en constante evolución, la moda y las tendencias de mercado normalmente la condiciona, por eso no es de extrañar que en según qué periodo se den cierto tipo de novelas con temáticas parecidas, a las que se las puede etiquetar fácilmente dentro de un mismo género. Uno de los fenómenos que más ha dado que hablar ha sido el de Crepúsculo. Abrió la veda de los vampiros, pero no solo eso, también estableció una fórmula concreta que se ha repetido desde entonces en incontables ocasiones. La novela romántica paranormal todavía está dando coletazos, pero posiblemente sean los últimos, y también espero que esa fórmula mágica que tanto se ha repetido vaya cayendo en desuso, más que nada porque empieza a oler a rancia.
Pero los lectores compulsivos no pueden quedarse huérfanos y en poco ha surgido un nuevo filón, otra beta brillante que poder explotar. Quizás el momento de decadencia, y de cambio, que estamos viviendo tenga mucho que ver con los derroteros que está tomando la literatura. Los estantes de las librerías empiezan a estar abarrotados de mundos asolados por desastres, de opresión, de control férreo de masas y de personajes engañados, manipulados o sometidos a regímenes autocráticos e injustos. Los escritores empiezan a manifestarse a través de sus letras, a compartir sus inquietudes, a mostrar la visión de un posible futuro no tan lejano. Y la mejor forma de hacerlo es a través de las distopías.
Tal como sucedió con Crepúsculo el pistoletazo de salida para el cambio lo ha dado una obra muy significativa. Hablo de Los juegos del hambre, trilogía de Suzanne Collins. Su repercusión ha sido tal que a día de hoy estamos esperando con impaciencia el estreno de la segunda película. Cuando se editó esta novela juvenil nos prometieron sobre todo aventura, pero hay mucho más detrás de sus párrafos. Es de esas historias que consiguen remover algo dentro de tus tripas y te hacen recapacitar. Pero a pesar de todo, de la temática y de la evidencia, en ningún momento se le llamó por su nombre. Los juegos del hambre es una distopía, ahora todo el mundo lo sabe porque el subgénero está muy de moda, y por lo tanto se trata de Ciencia Ficción. Apuesto a que muchos que la disfrutaron ni siquiera lo han tenido en cuenta y siguen diciendo que la CiFi no les gusta porque no la entienden.
Después de Los juegos del hambre han aparecido novelas similares, sobre todo juveniles, que se refugian en la distopía. Lo mejor de todo es que se están diversificando y a lo puramente distópico se le empieza a unir la Space Opera o el BioPunk. Mis queridos lectores, están leyendo Ciencia Ficción sin saberlo. Un ejemplo que se me viene a la memoria es la saga de de Kersting Gier, Rubí. Es una trilogía que ha dado mucho que hablar (aunque a mí no me gustara), y que se desarrolla en torno a un elemento propio de la CiFi, los viajes en el tiempo. Esto mismo sucede con otras tantas novelas, que aun vendiéndolas como fantasía resultan que sería más acertado catalogarlas como Ciencia Ficción.
Ahora os pregunto ¿Seguís pensando que la CiFi no os gusta? ¿Que es para unos pocos frikis chiflados por la ciencia y la tecnología? Sacudíos los prejuicios. Las novelas de Ciencia Ficción no son tratados incomprensibles ni hipótesis científicas, ni siquiera tienen por qué utilizar terminología técnica ni argot, las novelas de CiFi son historias, ni más ni menos, como lo podría ser cualquier novela de fantasía. Al fin y al cabo la Ciencia Ficción es una forma de fantasía basada en la especulación que juega con elementos muy concretos, distintos a lo medieval o la magia, pero tan interesantes o más que éstos.
Es posible que estemos viviendo un momento de cambio dentro del género. No solo porque los autores tengamos una buena oportunidad de llegar a más público sino que además las autoras, tan escasas en el género, se están animando a compartir su voz sin disfrazar sus obras de lo que no son. En poco tiempo se han editado varias novelas de género escritas por mujeres: Hipernova, de Amaya Felices, La Tierra estuvo enferma, de Laura López Alfranca, y hasta desde la autoedición han aparecido obras como Coma, de Diana M. Marqués. Y no me puedo olvidar de El letargo del pájaro de fuego, mi hijo más reciente.
Sea como sea, los lectores sois los que tenéis la última palabra. Mirad en vuestras entanterías y recapacitad sobre las novelas que tenéis, luego decidme si os gusta la Ciencia Ficción o no.